Ying Zijin lo miró y dijo lánguidamente —Lo siento, no bailo.
En el pasado, durante su tiempo entre las diversas familias reales de Europa, se había cansado de ver sus danzas de la corte imperial.
Fu Yunshen se recostó en el sofá con expresión perezosa —No hay problema, puedo enseñarte cualquier cosa que no sepas.
En ese momento, el teléfono sonó, destrozando la tranquila atmósfera.
Fu Yunshen miró la identificación del llamante y sus ojos se desplazaron sutilmente mientras respondía —Hola.
Mientras escuchaba la voz al otro lado, la sonrisa en sus ojos de flor de durazno se desvaneció lentamente hasta quedar completamente congelada.
La aura del hombre se volvió gélida en un instante, alcanzando un nivel absoluto de frialdad.
Sin embargo, su voz era muy tranquila, carente de cualquier emoción.
Pero eso lo hacía aún más aterrador, un signo de aguas profundas y quietas.
Finalmente, Fu Yunshen dijo —Entiendo.