El anciano no se ofendió por las palabras directas de Kisha. De hecho, le tranquilizaron. Como hombre que creció siendo granjero, estaba acostumbrado a escuchar un lenguaje tan directo y grosero de los otros aldeanos. Al menos podía distinguir cuando alguien pretendía ofender y cuando no.
Pero a diferencia de él, que creció en una aldea y solo visitaba la ciudad para ver a la familia de su hijo, sus nietos eran diferentes. Se enfadaron por las palabras de Kisha, pensando que los estaba menospreciando y mostrando desdén por su debilidad y inutilidad percibidas. Los gemelos lanzaron miradas fulminantes a Kisha, pero ella simplemente se rio de sus intentos de intimidación que no eran para tanto.