Al día siguiente, tras asegurarse de que el gato de la abuela Tai, que dormía en su cama, no se comió a nadie mientras dormían, Alix mandó a sus hermanos al colegio y luego se fue a casa primero porque Caishen había vuelto y él estaba allí esperándola.
Tan pronto como entró en la casa, emocionada, echó a correr mientras llamaba su nombre en voz alta. Lo encontró en su oficina, sentado en su silla detrás de su escritorio.
Estaba colgando el teléfono del escritorio, habiendo acabado justo una llamada.
—¡Aaaah! —chilló emocionada y corrió hacia él, lanzándose a sus brazos—. Cariño Zhang, bienvenido a casa. Te he echado tanto de menos.
Con valentía, le inclinó la cabeza hacia arriba con una mano en su barbilla y posó su boca en la de él. Se decía que una manzana al día mantenía al médico en la lejanía pero para ella, un beso de Caishen al día, le mantenía el ánimo elevado todo el día.