—Así que el abuelo Zhang había revelado la causa de la enfermedad, esto era evidente. No era algo que ella había anticipado que un extraño le preguntaría.
Alix usó su mano izquierda libre para rascarse la parte trasera de su mano derecha, que Caishen aún sostenía. Era una pregunta compleja que requería una respuesta cuidadosa. No podía revelar cómo sabía lo que sabía ni cómo había conocido el veneno o el antídoto.
La pregunta suscitó diferentes reacciones de las personas en la sala de estar. Todos los Zhang fruncieron el ceño, especialmente Caishen, cuya desaprobación no podía ocultarse.
El fiscal general sonrió secretamente y escondió sus labios tras la taza de té, tratando de parecer que no estaba excesivamente interesado en la respuesta.
El Doctor Ming, por otro lado, no apartó sus ojos de Alix, mirándola intensamente, tan intensamente que la hizo sentir incómoda.
—Fui yo —dijo Caishen.