Cuando la tía Mo la encontró, su rostro estaba desprovisto de sonrisa. La primera razón que Mo Qilu atribuyó a este estado de ánimo fueron los nervios y la segunda, el escándalo.
—Cariño, ¿por qué te ves tan abatida? —le preguntó.
—Nada madre, simplemente ha sido una de esas mañanas.
Ella no quería compartir con nadie el vil consejo que Lin Qianfan le había dado. Su avaricia realmente no conocía límites.
Mo Qilu se acercó a Alix y la abrazó. Era un abrazo cálido y reconfortante, justo como debería ser un abrazo de madre, y Alix se sintió enormemente consolada por él.
Ella abrazó de vuelta a la mujer mayor y buscó consuelo en sus brazos durante unos minutos antes de salir del abrazo. Sus ojos se encontraron con el paquete de ropa que el asistente de Mo Qilu había dejado en una de las sillas.
—Deberíamos irnos pronto porque de lo contrario llegaré tarde. No me di cuenta de que necesitaría un vestido bonito o zapatos para la competencia, madre.
