Caishen acercó su silla de ruedas a Alix antes de que comenzaran las presentaciones y le sostuvo la mano. Algunas de las personas en la habitación alzaron las cejas ante su acción. ¿Era el joven maestro de Beijing secretamente romántico o estaba haciendo una declaración? O quizás estaba asustado y por eso sostenía su mano para confortarse. Tal vez, eran ellos a quienes observaba con recelo.
No necesitaba sostener su mano dentro de la casa. Nadie iba a quitársela___, excepto por el abuelo Tai, por supuesto, quien no iba a dejar su lado durante toda la visita.
Caishen sonrió a Alix y ella le devolvió la sonrisa.
—¡Vampiro mis cojones! —murmuró alguien.
—Mi padre —dijo fuerte Tai Ho Sun para cubrir el sonido que sin duda provenía de la boca de Tai Fong.
El Presidente Tai inclinó la cabeza hacia arriba y le lanzó a su hijo una mirada perpleja. ¿Por qué estaba gritando?