Tres horas más tarde, el concierto terminó y una Alix con los ojos hinchados, cuya mano aún estaba en la de Caishen, no podía dejar de sollozar. Había llorado durante la mitad del concierto para gran desconcierto de Caishen.
Esto le hizo preguntarse si quizás había cometido un error al llevarla. Estaba mucho más emocional por el embarazo de lo que él pensaba.
Fuera del coche, él le pasaba un pañuelo tras otro para que pudiera secarse completamente las lágrimas. Pasaron por diez pañuelos y entonces ella encontró el control y se compuso.
—Lo siento —se disculpó con él en voz baja—. Fue tan hermoso escucharlo tocar cinco de mis favoritos uno tras otro en el exacto orden en el que los amo. Es como si pudiera leer mi mente.
Su voz empezó a quebrarse y Caishen suspiró. Realmente había hecho demasiado. La próxima vez, él... dejó de pensar y vio la mirada soñadora en el rostro de ella.