Caishen no podía apartar los ojos del gato dorado que estaba desayunando en su mesa esa mañana. El gato disfrutaba elegantemente de una comida de hígado cocido y arroz.
Lo más divertido era que el gato tenía un babero alrededor del cuello como si fuera un pequeño niño humano.
Su esposa, que no había explicado el origen del gato, tenía la cabeza apoyada en la mesa, durmiendo como si no hubiera dormido ni un guiño en toda la noche.
Xiaobo disfrutaba del cereal que habían preparado con la leche que Alix les había comprado. De vez en cuando miraba al gato y sonreía.
El gato lo miraba con desdén y luego fulminaba con la mirada a Baby como si ella fuera la invasora en la casa.
Mientras Caishen sorbía su leche y disfrutaba de su sándwich de mantequilla de maní con mermelada, se preguntaba qué estaba pasando en su casa.
Su esposa, cuyo apetito nunca le fallaba, aún no había tocado su desayuno.
—Alix —la sacudió.
—Mmmm —respondió ella con pereza y suavidad.