Alix se inclinó hacia adelante y sonrió misteriosamente. —Cariño, sabes ese regalo que quiero que me des esta noche. Creo que finalmente sé lo que quiero.
Caishen se echó hacia atrás en su silla de ruedas y miró a Alix con suspicacia. Ella lo había estado observando y se lamía los labios, ¿qué estaría pensando?
—¿En qué piensas, señorita Lin? —preguntó directamente.
Alix sacó la lengua juguetonamente y se rió.
—Cariño Zhang, ¿está bien si pido un beso?
No era lo que originalmente había planeado pedirle, pero verlo lamerse los labios de esa manera tan sensual, en su opinión, la hizo curiosa. ¿Cómo sería si se besaran?
En su mente, escuchó al elfo azul diciendo, —Oh, esta anfitriona pervertida, sabía que tarde o temprano revelarías tu verdadero yo. Tsk, tsk, pobre Zhang Caishen.
—Calla —le gritó y lo silenció.