Después de luchar y abrirse camino a través de una docena de demonios secuaces, Alix y Muerte Oscura llegaron al centro de un oscuro bosque en el que cada árbol estaba desprovisto de hojas y era de color gris.
Aunque solo era un juego, era un lugar inquietante que hacía sentir a Alix incómoda. Los árboles, por ejemplo, tenían estas marcas redondas en sus cortezas que parecían docenas de pequeños ojos.
Le daban a Alix la sensación de que estaban vivos y la estaban observando.
—Se acerca —la advirtió su sistema.
El suelo donde estaban parados comenzó a moverse mientras las raíces de los árboles en el suelo se desplazaban.
—Se acerca —repitió las palabras del sistema a Muerte Oscura.
Ambos mantenían sus ojos agudos sobre el suelo que se estaba abriendo y lentamente volviéndose rojo. Pequeños chorros de lava brotaban del suelo.
La mano derecha de Alix sujetó su flauta y ella dio un paso atrás. Muerte Oscura hizo lo mismo, ambos evitando el pequeño flujo de lava que se formaba.