—¿Vale, por qué de repente es incómodo? —soltó Alix. Cuando estaban dentro del restaurante, todo estaba perfecto. Los sentimientos eran los adecuados, el ambiente era genial y la conexión se sentía intensa. Afuera, todo de repente cambió como si el mundo se hubiera volteado y ahora estuviera al revés.
Alix ya no lo soportaba, tenía que decir algo. Era mejor que quedarse ahí incómodamente de pie.
—No es incómodo, simplemente ya no estamos en nuestra propia burbuja —le dijo él.
—Me gusta la burbuja —le dijo a él.
Después de declarar eso, dejó de patear el suelo y lo miró. Probablemente a él también le gustaba la burbuja, ella supuso.
—A mí también —respondió él, con una sonrisa.
Pero ambos sabían que no podían estar siempre en la burbuja. Tenían que salir y enfrentar al mundo real, volver a lidiar con sus problemas y perseguir sus metas.
—Entonces, eh, supongo que te veré en casa —le dijo él.
Ella asintió y se giró para abrir la puerta de su coche ella misma.