—Como disfrutas de la vida rural y del campo, hermana, entonces te deseo una vida cómoda allí, con cosechas abundantes cada año y nunca tener que preocuparte por la ropa y la comida —dijo Wei Qingwan.
—Deseo que tengas que competir continuamente por tu vida con un grupo de mujeres en los grandes palacios —replicó Wei Ruo.
—Esperemos y veamos quién será la primera en arrepentirse —dijo Wei Qingwan.
—Señorita, no lo olvide. En el futuro, usted se casará en la Ciudad Capital, y la joven señorita aquí permanecerá en la prefectura de Taizhou. Puede que ustedes dos no tengan la oportunidad de volverse a encontrar. Si realmente se encuentran de nuevo, ¡ella tendrá que arrodillarse y pagarle respeto! —intervino Cuihe.
—Se me había olvidado eso —sonrió Wei Qingwan—. Está bien, envía el regalo a la joven señorita. Deberíamos irnos ahora.
—Sí. Le presentaré el regalo a la joven señorita enseguida.
Cuihe lanzó la caja de regalo a los pies de Wei Ruo.