Ante estas palabras, la nodriza no supo qué decir y solo pudo suspirar profundamente.
Wei Ruo se adelantó, abrazó gentilmente a la nodriza y le dio palmaditas en la espalda —Enfermera, no te preocupes. Me ocuparé de ello de manera adecuada y no permitiré que me hagan injusticias.
La nodriza asintió, sus ojos se enrojecieron levemente, pero no dijo nada más.
En ese momento, todo lo que sentía era dolor de corazón. Cuando comenzó a amamantar a esta niña, era solo un bebé, un pequeño bulto en sus brazos.
A lo largo de los años, la había visto crecer poco a poco, convirtiéndose en una joven elegante.
Cuanto más esperaba verla feliz, más le dolía la elección que estaba tomando.
Después de despedirse de la nodriza, Wei Ruo abandonó la Casa de los Cuatro Tesoros.
Luego, Wei Ruo fue a clase en el Jardín Tianqin. Durante el descanso para almorzar, encontró a la Señorita Wang.
