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Al escuchar a todos elogiar a Wei Ruo, la señora Yun se sintió enormemente honrada y su humor naturalmente mejoró.
No obstante, la cara de Wei Qingwan mostraba una incomodidad indescriptible, como si Wei Qingruo fuera la única "Srta. Wei" presente.
Li Ruo, quien recibió todos los halagos, solo podía sonreír. No se tomaba estos elogios a pecho.
Independientemente de cuán sinceras fueran estas personas en sus alabanzas, ella había ayudado a los aldeanos de la Montaña Oeste no en busca de fama en primer lugar.
El grupo continuó adelante y llegó a un patio cercado, que había sido previamente reservado por la Señora Tong Zhi como lugar de descanso y comida para todos.
Cada vez que invita a estas damas y jóvenes señoritas a salir y disfrutar del paisaje, es imposible caminar todo el día. Todas son mimadas y no pueden ni siquiera aguantar una hora.