El Emperador dejó al oficial entrante sin una mirada atrás.
Se dirigía a buscar al anciano oficial del vino ritual.
El anciano oficial no había incluido su dirección en su carta, pero al Emperador no le era imposible encontrarlo.
El mensajero que entregó la carta había dicho que solo estaba haciendo un recado para un huésped alojado en la Posada Hacia el Este.
—Posada Hacia el Este, espléndido.
El Emperador personalmente fue a la Posada Hacia el Este, pero descubrió que el anciano oficial ya había partido para cuando él llegó.
—¿Cuándo se fue? —preguntó el eunuco al lado de Su Majestad.
El posadero respondió —Se fue hace un rato. Sale todos los días y sólo regresa tarde.
—¿Cuántos días ha estado alojado aquí? —indagó más el eunuco.
El comerciante echó un vistazo a su libro de cuentas y respondió —Cinco noches.
La Posada Hacia el Este era una posada sin nada remarcable, tan desgastada que incluso era desdeñada como lavatorio para el Emperador.