Xiao Liulang despreciaba la Nochevieja porque siempre soñaba con fuegos descontrolados y furiosos esa noche.
Intentaba no quedarse dormido, pero en el momento en que cerraba los ojos, podía sentir profundamente la desesperación dentro de aquella luz ardiente.
—Xiao Liulang, vamos a dejarlo claro, ¡solo somos esposos de nombre! ¡No puedes ponerme un dedo encima! —dijo Gu Jiao seriamente.
—¿Quién quiere ponerte un dedo encima? —refunfuñó él, apartando la vista.
Gu Jiao trajo un tazón de agua. —¿Quién puede garantizar que ustedes dicen una cosa y hacen otra? Para prevenir que te pases de listo, dejaré un tazón de agua aquí. ¡Si te atreves a acercarte y derramar este tazón de agua en medio de la noche, entonces eres una bestia!
—Está bien, si me acerco, ¡soy una bestia! ¿Cómo podría él acercarse a ella? ¡No tenía ningún deseo por esta mujer!