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—¿Ah? —Shen Mianmian dudó de sus propios oídos, preguntándose si estaba alucinando. ¿Él le estaba ofreciendo el libro nuevamente y le iba a enseñar? No, no, debió haberlo malentendido. He Nan estaba tan ocupado, ¿cómo podría tener tiempo para tutorarla?
—¿Hmm? —He Nan levantó una ceja y la miró.
Shen Mianmian parpadeó y se aventuró a preguntar:
—¿El contenido del libro de inglés?
—Lo tiré —dijo He Nan, inexpresivo.
Shen Mianmian:
...
¿Lo tiró?
¿Ya lo había tirado o le estaba diciendo que lo tirara?
Insegura de lo que realmente quería decir He Nan, no creyó apropiado preguntar más.
Él siempre era sucinto en sus palabras, seguramente no le gustaría que otros fueran prolijos.
Viendo su pequeño rostro arrugado por el fruncimiento de ceño y sus cejas enredadas en dificultad, He Nan pensó que ella no había entendido lo que él quería decir.
—Marca lo que no entiendas, y puedes preguntarme.
—¿Preguntar, preguntarte?
¿Realmente iba a enseñarle?