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Qiao Duo'er intentó desesperadamente salir de ese mundo, pero cada intento terminaba en fracaso.
Ese mundo parecía tener una poderosa fuerza de succión que no podía resistir.
De repente, recordó a Tan Zhenghong. Le gustaba la forma en que sonreía, la sensación de que a él le gustaba ella y su indulgencia hacia ella.
Después de una cantidad indeterminada de tiempo, Qiao Duo'er de repente sintió que alguien tiraba de su ropa.
Qiao Duo'er abrió bruscamente los ojos y agarró la muñeca de la persona.
Una mirada asesina brilló en sus ojos, pero su mano era tan débil y suave que no podía reunir ninguna fuerza.
Tan Zhenghong se mantuvo firme y dijo suavemente —Esposa, tienes fiebre y tu cuerpo está todo sudado. Déjame limpiarte para hacerte sentir un poco más cómoda.
Al escuchar la voz familiar, Qiao Duo'er entonces soltó.
Gracias a Dios había salido del sueño, y gracias a Dios aún estaba en el mundo de Tan Zhenghong.