Qin Longyun resopló fríamente otra vez, y los matones se arrodillaron todos suplicando por misericordia, con lágrimas corriendo por sus caras a manotadas.
—Señor Qin, esta es nuestra primera ofensa. Por favor, tengamos piedad.
—¡Le ruego su misericordia, juro que nunca volveré a atreverme!
—Tengo una familia que alimentar. Por favor, perdone mi vida, Señor Qin, o de lo contrario toda mi familia se quedará sin otra opción más que la muerte.
—Ahora sabes suplicar por misericordia, pero ya es demasiado tarde. No deberías haberte metido con mi hermana, Qin Longyun. Si alguien se atreve a hacerle daño en el futuro, será lo mismo que oponerse a mí, ¡Qin Longyun! —Qin Longyun dijo con un tono serio—. Sus palabras no eran solo para los presentes sino también una advertencia para otros que consideraran acciones similares.
Los matones estaban aún más desanimados ahora.
—¿Ofender a la hermana del Señor Qin no es como cavar sus propias tumbas?