Después de consumir dos zongzi, dos tazones de congee de huevo centenario y cerdo magro, y medio plato de cebolla fría mezclada con huevos centenarios, Nangong Lingfei dejó a regañadientes sus palillos.
—Señorita Yang, ¿qué son estos dos platos?
—Zongzi y huevos centenarios —respondió Yang Mengchen con una sonrisa.
Eran artículos comunes, pero el abuelo y los demás habían dicho que no sabían que existían tales formas de comer huevos de gallina y arroz glutinoso; presumiblemente, Nangong Lingfei tampoco los había visto ni probado antes.
—Señorita Yang, véndame las recetas, podemos discutir el precio.
—El zongzi y los huevos centenarios son mis creaciones originales, y espero usarlos para ayudar a los aldeanos a ganar algo de plata. Joven Maestro Nangong, si usted pide las recetas directamente, ¿no cortaría eso mi fuente de ingresos y la de los aldeanos? —la sonrisa de Yang Mengchen era ambigua.