Yang Mengchen se apresuró a tomar la mano de la Señora Xiao y actuó de manera coqueta. —Tía Xiao, no te enojes. No lo volveré a hacer.
—Pequeña traviesa —la Señora Xiao regañaba cariñosamente, acariciando la linda naricita de Yang Mengchen—. Cada vez que Chenchen actuaba de manera coqueta, su corazón se derretía inmediatamente como agua.
Desde que conoció a la joven, siempre había sido severa y distante. Nadie hubiera pensado que tenía un lado tan encantador y tierno. La mayoría de las personas levantaban secretamente sus cabezas, pero al ver al Tigre Blanco al lado de Yang Mengchen, se asustaban y volvían a bajar la mirada rápidamente. Solo Tío Heng, su hija Qiao Niangzi y la Gente del Palacio Youming se mantuvieron tan tranquilos como siempre.