—Todo estará bien, confía en mí —Yun Hao le dio suaves palmaditas en la espalda mientras susurraba, pero su mirada estaba fija en la puerta abierta delante de él, con los oídos atentos a cualquier conmoción adentro.
—Estoy asustada, tengo miedo de que algo malo le pase al Pequeño Huzi. Si algo le pasa, no podré seguir viviendo —Meng Yunhan estaba seria. Ganar algo solo para perderlo, habría sido mejor nunca haberlo ganado en absoluto; al menos al no haber ganado, no habría tristeza al perder.
—No digas esas cosas. Si algo te sucede, ¿qué haré yo? —Yun Hao la reprendió con cara seria.
Desde que Meng Yunhan se había casado con Yun Hao, él siempre la había valorado, tratándola con el máximo cuidado. Escucharla decir palabras tan desesperadas ahora era suficiente para casi sofocarlo.
Meng Yunhan se quedó en silencio, su mirada posada en la puerta. Si pudiera, entraría allí para echar un buen vistazo.
Tan pronto como Lu Jianjun había entrado al patio, comenzó a gritar: