—La lesión en el brazo de Xiao Mo era bastante seria, pero tenía una medicina efectiva, así que se recuperó rápidamente.
—Hablando de eso, esas medicinas fueron preparadas por esa niña; era una lástima que no quedara mucho.
—Xiao Mo jugaba con la botella de porcelana en su mano y de manera inconsciente llevaba una sonrisa en su rostro.
—Chui Zhaochen lo miró y susurró —Mi Señor, ¿de verdad va a seguir manteniendo a esa niña cerca?
—¿Qué más podríamos hacer? ¿Dejar que Qi Da y su gente la vuelvan a atacar?
—Xiao Mo le lanzó una mirada a su confidente —Una vez que el ejército de Chengjun llegue en unos días y asignemos nuevos oficiales al condado, podemos dejarla volver a casa. De esa manera, la niña no tendría que preocuparse por la venganza de nadie.
—Chui Zhaochen observó preocupado el brazo de su amo —Mi Señor, ¿planea matar a Qi Da más tarde?
—Xiao Mo —¿Por qué debería matar a Qi Da? ¿No es bueno dejar que avancen por nosotros?