Antes de que se derritiera como cera de vela en sus brazos y su corazón explotara de latir tan rápido, el momento se rompió debido a un golpe en la puerta.
Usando toda su fuerza de voluntad, Siroos apartó la vista de los labios tentadores de Cassandra y ordenó.
—Adelante.
La puerta chirrió mientras se abría lentamente revelando a Haylia y al Sanador Fownso. Mientras que Haylia mantenía una sonrisa relajada, Fownso parecía completamente aliviado.
Cassandra, por otro lado, deseaba que el suelo se abriera y la tragase entera. ¿Cómo podía él sentarse así frente a su madre? ¿Qué pensaría ella? Apenas se había unido a la manada y ya estaba encima de su hijo. Aunque fue al revés, todavía.
—¿Cómo te sientes? Niña —preguntó Haylia con profundas preocupaciones adornando su voz. Ella se acercó y Siroos levantó la pierna y la movió hacia un lado, liberando los muslos de Cassandra. Pero sus brazos todavía permanecían pegados a su cintura para que ella no se alejara.