Ella abrió los ojos y encontró sus orbes titilantes con llamas de velas reflejadas en ellos, concentrados enteramente en ella.
Como una fuente desbordante de oro fundido, las emociones estallaron y burbujearon.
Las expresiones que él mostraba indicaban sus tormentas interiores. Habían pasado 7 días desde que la había visto o tocado.
—¡Malakti! —volvió a llamar con tanta adoración y extendió su mano para tocar su rostro.
Cassandra se apartó justo a tiempo para evitar su toque, aunque su corazón latía tan fuerte contra su pecho que él escuchó cada latido como una sinfonía.
Su mirada se desvió y aterrizó en la marca de su cuello. Como una media luna, se asentaba con orgullo sobre su piel suave. Y luego vagaba más abajo, todas sus piernas lechosas estaban a la vista para que él las viera. Ella llevaba un camisón muy corto hoy.
Cassandra los cerró con fuerza, al ver sus ojos errantes.