Pei Yang tenía prisa por comprar pudín de tofu para su esposa y no prestó mucha atención a Shen Baolan y a la anciana, pasando a grandes zancadas.
Aunque Pei Yang llevaba puesto un grueso abrigo acolchado, era difícil ignorar su estatura alta y, especialmente, sus piernas de dos metros de largo, que movía de manera rápida y firme.
El abrigo acolchado que hacía parecer osos a otras personas le quedaba apropiado y atractivo. Combinado con sus marcados rasgos faciales y su prominente nariz, cada movimiento que hacía exudaba el aura viril de un hombre maduro.
Shen Baolan estaba tan hipnotizada que inadvertidamente se perdió observándolo.
Hasta que la adivina Madame Ma la sacudió de vuelta a la realidad —Eh, despierta.
Shen Baolan se volvió para enfrentar los ojos burlones de Madame Ma y sintió una extraña agitación en su corazón —Madame Ma, ¿cree que hay algún destino matrimonial entre él y yo?
Madame Ma no dudó —No.
Shen Baolan: ¡!