Tras recuperar el aliento y darse cuenta de que se estaba haciendo tarde, Shen Mingzhu, acompañada de Shen Hongmei, se preparó para volver a la fábrica.
Cuando estaba a punto de alcanzar la entrada del centro comercial, se encontró con Yao An, quien estaba patrullando el recinto.
—Gerente Yao —Shen Mingzhu lo saludó proactiva y entusiastamente.
Yao An asintió en reconocimiento.
No estaba segura si era su imaginación, pero sintió que la actitud de Yao An hacia ella había sido menos desdeñosa que antes.
Operando bajo el principio de intentar su suerte, Shen Mingzhu una vez más ofreció los productos que había traído.
—Gerente Yao, por favor lleve estos pasteles a casa para que los pruebe su familia. Puede que no sean valiosos, pero tienen muy buen gusto. Considérelo como probar algo nuevo —dijo.
Para su sorpresa, esta vez Yao An no se negó de inmediato.
—Está bien, entonces gracias —respondió él.
—De nada. Si a su familia le gustan, avíseme y le traeré más —comentó ella.