—Shen Mingzhu deambulaba por el pasillo como una mosca sin cabeza durante un buen rato, pero no podía encontrar el camino hacia abajo; regresó para buscar a Zhong Qing pero no pudo siquiera encontrar su habitación.
—Justo cuando dudaba si tocar en una habitación al azar y pedir direcciones, la puerta del salón detrás de ella se abrió de repente.
—Volvió la cabeza y, he aquí, qué pequeño mundo.
—Wu Mei, con aspecto sorprendido, examinó a Shen Mingzhu de pies a cabeza e inmediatamente comenzó a interrogarla:
—¿Qué haces aquí?
—Shen Mingzhu se burló:
—Si tú puedes estar aquí, ¿por qué yo no? ¿Es esta tu casa?
—La anciana con la que Wu Mei iba del brazo miró a Shen Mingzhu con desagrado:
—¿Qué pasa con esa actitud?
—Cualquiera que sea tu actitud, esa es la mía.
—¿De qué familiar eres?
—Soy de todos lados.