El hombre apoyó su cabeza en su hombro, y al hablar, su aliento cálido le roció levemente el lóbulo de la oreja, haciéndole cosquillas.
Shen Mingzhu no estaba del todo acostumbrada a este nivel de intimidad, por lo que se tensó y dio una ligera respuesta.
—Pei Yang la miró—. ¿No vas a preguntar qué estoy planeando hacer?
—Shen Mingzhu respondió:
— Si quieres decirme, solo dímelo.
—Pero, ¿quieres saber?
Aunque la mirada de Shen Mingzhu no vacilaba, aún podía sentir al hombre a su lado mirándola intensamente, con una mirada penetrante y asertiva, haciendo imposible que lo ignorara.
Incapaz de controlarse, se giró para mirarlo, una acción que acercó de repente sus rostros, entrelazando sus alientos.
Y Pei Yang no perdió esta excelente oportunidad; se inclinó inmediatamente para capturar sus labios.