—Shen Mingzhu bajó la cabeza, sus manos acariciaban suavemente la pequeña cabecita de Pei Ziheng—. Casarme con tu padre es algo de lo que nunca me he arrepentido y hasta me siento afortunada de que fuera tu padre con quien me casé y no con alguien más. De lo contrario, no tendría un hijo tan guapo, sensato e inteligente como tú.
Mientras aparentemente hablaba con su hijo, en realidad, Shen Mingzhu también estaba expresando sus pensamientos al hombre que estaba a su lado.
—¡Así que mamá nunca me despreció!
—¡Así que mi esposa nunca me despreció!
La tristeza en los rostros de padre e hijo desapareció y hasta sus pasos se volvieron más alegres.
—Pei Ziheng abrió los brazos y abrazó sus piernas, su rostro irradiaba alegría y felicidad—. Mamá, ¡tenerla como madre también es mi buena fortuna!
Pei Yang también quería abrazar a su esposa, pero ay, con dátiles agrios en el hombro, solo pudo suprimir la idea con pesar.