El emperador no habló de inmediato, sino que observó a Bai Zhenzhen con esos ojos profundos e insondables, mientras una atmósfera opresiva que dejaba a uno luchando por respirar permeaba el estudio.
Bai Zhenzhen no recibió una respuesta del emperador y sintió cierta aprehensión en su corazón. ¿Qué le pasaba al emperador?
¿No debería estar mirándola con un respeto renovado al escuchar sobre su vasta riqueza? ¿Por qué no había ni una sola reacción?
Desde su llegada a este mundo, Bai Zhenzhen había ascendido rápidamente a la cima, y aparte de aquel incidente con las armas de fuego, apenas había encontrado dificultades. Ahora, comenzaba a entender lo que significaba la inescrutabilidad de la autoridad imperial.
—¿Estás segura de que no quieres a mi príncipe heredero? —preguntó el emperador, bajó la mirada, dio un golpecito en la mesa y preguntó de nuevo con un tono difícil de descifrar.