—Parecía como si de repente Xu Boyan recordara algo —dijo—. Cierto, hazlo picante.
Al niño le encantaba la comida picante.
—Maestro Xu, ¿a usted no le gusta la comida picante?
Los ojos de Xu Yi se abrieron de par en par, mirando a Xu Boyan con incredulidad.
La familia Xu, de arriba abajo, todos sabían que a Xu Boyan no le gustaba la comida picante, y estos guardias de la familia Xu lo sabían mejor que nadie.
—Al niño le gusta picante.
Había una mirada tierna en los ojos de Xu Boyan mientras sonreía levemente.
Xu Yi:...
No se atrevió a cuestionarlo. Se fue en silencio a ordenar la comida, su insatisfacción con Lu Qingyi creciendo.
¡Zorra!
Simplemente no podía entender cómo Xu Boyan, normalmente tan indiferente con las mujeres, había sido hechizado por una estudiante de secundaria de dieciséis o diecisiete años.
La mañana pasó volando, y Lu Qingyi se levantó perezosamente, masajeándose el hombro dolorido.
