—Hermano Xu, Qingyi es excelente.
Con una taza de té con leche en la mano, Tang Yaxin se acercó a Xu Boyan y le susurró suavemente.
La música de piano de Lu Qingyi realmente la había conmovido. Reconocer que alguien es sobresaliente no es difícil. Pensaba que Lu Qingyi era de verdad sobresaliente.
—Parecen estar muy unidos el uno al otro —dijo ella.
Ella siguió la mirada de Xu Boyan y sonrió ligeramente.
Una sonrisa significativa brilló en sus ojos.
Admitir que Lu Qingyi es sobresaliente no es difícil. Pero admirar a Lu Qingyi y admitir que Lu Qingyi le convenía a Xu Boyan sería realmente difícil para ella.
El hecho de que Lu Qingyi incluso conozca al Secretario de Kioto.
Xu Boyan no respondió a Tang Yaxin mientras observaba a los dos charlando a lo lejos, perdido en sus pensamientos.
—Hermano Xu, ¿alguna vez te has preguntado por qué Lu Qingyi conocería a alguien de Kioto? —preguntó Tang Yaxin, mordiéndose el labio inferior ligeramente y con curiosidad.
