—Vamos a ver qué está pasando allá.
Lu Yao frunció el ceño, agarrando la mano de Yao Meishu, y comenzó a dirigirse hacia Lu Qingyi.
—¿Para qué? Si quiere hacer el examen o no, es asunto de ella.
Yao Meishu se resistió un poco, la irritación evidente en su tono.
Pensando en la bofetada que había recibido de Lu Qingyi, y cómo la chica la había tratado con desprecio en el supermercado, la ira brotó en su interior.
—Meishu, nuestra hija ha crecido —dijo Lu Yao, dándole una palmada en el hombro a Yao Meishu, su tono una mezcla de sentimentalismo y solemnidad—. Nuestra hija nació y de inmediato fue entregada a su suegra. Ahora, Lu Qingyi es adulta y ha vuelto a casa de la Familia Lu, así que necesitamos cumplir nuestros deberes parentales.
—Lu Qingyi, es hora del examen —Yao Meishu señaló hacia el área de examinación mientras se acercaba a Lu Qingyi.