El corazón de Yang Ruxin se elevó de alegría. Siempre había adherido a la creencia de que uno no puede tener demasiadas habilidades, especialmente en una era antigua tan extraña. Ya fuera un don del cielo o adquirido mediante el estudio, mientras más habilidades tuviera, mejor. Solo haciéndose más fuerte podría protegerse mejor a sí misma y a su hogar, y vivir una vida mejor.
Sin embargo, tan pronto como intentó dirigir sus pensamientos hacia esos meridianos, sintió como si su cuerpo entero estuviera al borde del colapso.
—Hermana mayor, ¿qué te pasa? —Sanni notó sudor en la frente de Yang Ruxin y preguntó ansiosamente.
—Sanni, en un momento tendré que masajear ese músculo torcido para ti. Sin vino medicado, podría ser algo doloroso, así que tendrás que soportarlo —Yang Ruxin miró a Sanni—. De lo contrario, podría ser problemático si se deja por mucho tiempo.
—¿Sabes cómo hacerlo? —Sanni expresó duda.