—No está mal —Gu Qingheng asintió, sintiéndose un poco avergonzado de elogiar sus propios méritos.
—Si a él también le gusto, y a mí no me desagrada, entonces lo consideraría —Yang Ruxin asintió—. Por supuesto, eso siempre y cuando él no menosprecie mi origen.
—Él no lo menospreciaría, pero ¿y si él tuviera una discapacidad? ¿Lo menospreciarías tú entonces? —se rió Gu Qingheng.
—¿Por qué suena como si estuvieras hablando de ti mismo? —frunció el ceño Yang Ruxin.
—¿Y si dijera que soy yo? ¿Me menospreciarías entonces? —El rostro de Gu Qingheng se sonrojó ligeramente.
—Gu Qingheng, tú... —Los ojos de Yang Ruxin se abrieron de sorpresa, y por un momento, se quedó sin palabras.
—Es broma —Gu Qingheng forzó una sonrisa—. Sigamos hablando de la princesa Nishang. Esperaría hasta poder ver de nuevo antes de mencionarlo; de lo contrario, sería demasiado injusto para ella.
