```
—Te lo mereces, por ponerte chulo y atreverte a pegarme, y usar tu boca pestilente para lamer a Yanyan, ahora mírate —la has cagado, ¿no?
—¡Auch! —qué resultado más satisfactorio.
De vuelta en casa, Mo Yan aguantó su disgusto, vertió agua caliente del hervidor de cobre en la estufa y se frotó la cara varias veces, aún sintiendo un atisbo de mal aliento en ella. ¡No pudo evitar lavarla tres veces más antes de parar!
Al entrar al patio, vio a las tres bestias tomando sol en un rincón, lamiéndose mutuamente las heridas, y acurrucada junto a ellas como una pequeña colina estaba nada menos que la Pitón Roja.
Reprimiendo las ganas de ajustar cuentas con ellas inmediatamente, Mo Yan volvió adentro a buscar tijeras y medicina, luego hizo que los pequeños sujetaran a Pequeña Flor, la más lesionada entre ellos. Aparte de su cabeza, cortó todo su pelaje hasta que estuvo completamente limpio.