Al verla en un ensimismamiento, él le explicó:
—Nuestra familia ya ha almorzado y no queda comida caliente. Puedes llevarte estos panecillos y calentarlos para comer, y este abrigo de algodón aún está bastante cálido. Póntelo antes de irte para evitar resfriarte.
Al escuchar esto, Tang Xin se dio cuenta inmediatamente de que la habían confundido con una mendiga. No pudo decir si sentía ira o humillación, pero profundamente deseaba lanzar las cosas en sus manos de vuelta a él. Sin embargo, aferrándose al suave abrigo de algodón que parecía hacerla sentir un poco más cálida, ¡no pudo soportar separarse de él!
Xin Er no tenía conocimiento de sus pensamientos, y al ver que bajaba la cabeza y permanecía inmóvil, pensó que podría ser demasiado tímida para decir algo. Sonrió, no dijo nada más, y llevó a Liyan adentro.
Mientras observaba cómo sus figuras desaparecían en el patio, Tang Xin sujetaba el abrigo de algodón con fuerza, sus ojos brillaban con una luz feroz...
