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Después de que toda la fruta fue sellada y puesta a fermentar, Mo Yan levantó a la Pequeña Bola de Pelo, que se había quedado dormida en el suelo, y la colocó en la palangana. Solo después de bañarla y secarla la sacó del Espacio y se acostó con ella en la cama, quedándose dormida rápidamente también.
Pero esa noche, Mo Yan no durmió tranquilamente —¡volvió a tener pesadillas!
A comparación de su pesadilla anterior, las escenas en esta eran aún más trágicas, llenas de muertes agonizantes de personas que habían comido arroz mohoso y se habían enfermado.
En el sueño, aquellos con estertores de muerte horripilantes se arrastraban por el suelo, extendiendo hacia la dirección de Mo Yan sus manos frías y pálidas, como si agarrarla a ella los salvara.
—¡Mi hijo, salva a mi hijo, por favor salva a mi hijo! —se oían los gritos desesperados.
—¡Sálvanos, no queremos morir, ven a salvarnos! —se multiplicaban las plegarias.
—¡Sálvanos, ven rápido a salvarnos!...