—Padre, ¿qué mencionó el Segundo Hermano en su carta? —preguntó el Maestro Mayor Zhou.
—No dijo mucho, solo envió saludos y mencionó que el Emperador elogió personalmente a los niños que fueron a Jiguang para el alivio del desastre —respondió el Viejo Maestro Zhou con una sonrisa débil.
—¿Estaba nuestro Chengye entre ellos? —exclamaron simultáneamente el Maestro Mayor Zhou y la Señora Zhou.
—¿No es esa una pregunta tonta? Nuestro Chengye fue a Jiguang con los niños de la Familia Dong, la Familia Su y la Familia Yan, siguiendo al Pequeño Príncipe. No tendría sentido si los elogiaron y pasaron por alto a Chengye —dijo el Viejo Maestro Zhou, mirando a su hijo mayor.
—Hablé sin pensar —rió el Maestro Mayor Zhou.
—El Pequeño Príncipe sabe cómo otorgar favores. No ha sido en vano que Chengye tomara el riesgo de seguirlo. Por ahora, parece que ha dejado una impresión duradera en el Emperador —reflexionó el Viejo Maestro Zhou sin molestarse con su hijo mayor.
