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Ahora todos los días sentía que incluso descifrar el análisis de Jiang Fulai era estenuante, y ni hablar de ser como aquellos dos fenómenos que todavía lograban leer otros libros.
—Zhu Jiaren —unas cuantas personas familiarizadas con Zhu Jiaren también hablaron—, tu grupo tiene suerte, teniendo un libro de física de la Universidad de Jiangjing —ni idea si alguna vez tendré la oportunidad de tener uno en mi vida.
La boca de Zhu Jiaren, sin embargo, estaba muy rígida.
Los demás no entendían, pero Zhu Jiaren tenía muy claro que desde que se formó el grupo, apenas había hablado una palabra con Bai Lian.
Cada tarde encontraba una excusa para volver a su dormitorio durante sus discusiones.
Empacaba sus cosas, se abría paso entre los demás y se apresuraba a seguir a Tang Ming.
—Tang Ming, tú...
—Zhu Jiaren —Tang Ming la vio y las alarmas sonaron en su cabeza—, deberías volver a lavarte el pelo, ¿verdad? ¡Nos vemos en un par de días!
La cara de Zhu Jiaren se quedó congelada.