Luo Qiao no dejó de recoger hasta que su cesta estuvo casi llena.
Luego sacó un pez, de unos dos jins de peso, de su propia cesta y lo colocó en la cesta de la Abuela Lin.
—Abuela Lin, pesqué este pez en el estanque. Llévatelo a casa y úsalo para nutrirte a ti y al Abuelo Lin —dijo suavemente.
La Anciana Lin se sorprendió y objetó apresuradamente:
—Niña, esto no está bien. El grano que ya nos has dado pesa mucho en nuestra conciencia. ¿Cómo podemos aceptar tu pez? Es cierto que hay peces en el estanque, pero no son fáciles de atrapar. Niña, deberías evitar ese estanque en el futuro. Es muy profundo. Recuerdo que mi suegro decía que ni siquiera una cuerda de cincuenta o sesenta metros alcanzaba el fondo. Por favor, niña, mantente segura y aléjate de ese lugar.
—Abuela Lin, no me metí en el agua, usé una red. Por favor, no te preocupes —respondió Luo Qiao.