Mirando el periódico en sus manos, se preguntaba sobre el estado de otra carta de la que aún no había tenido noticias.
Lu Yichen ya había terminado de lidiar con el pollo, mientras que Luo Qiao todavía se perdía en sus pensamientos.
—¿Enviaste tu trabajo? —preguntó Lu Yichen.
—Sí, mira, ahora hay una recompensa. Como es mi primera contribución, están pagando cuatro yuanes por mil palabras, y un yuan por cada ilustración. Envié una fábula, no muchas palabras pero con cinco ilustraciones. Ahora he recibido una remesa de nueve yuanes —respondió Luo Qiao.
Lu Yichen pensó para sí mismo lo impresionante que se estaba volviendo esta chica. Ahora, un trabajador ordinario solo ganaba veinte o treinta yuanes al mes, y aquí estaba ella ganando nueve yuanes por una historia y sus ilustraciones. Era bastante notable.
Sintiendo un sentido de urgencia pero manteniendo un comportamiento tranquilo, dijo —Felicidades, eso es increíble—, y sinceramente le dio un pulgar hacia arriba.
