Mianmian se subió a la noria.
Tres niños, un perro y dos pollitos dieron vueltas y más vueltas, ascendiendo con la noria.
Abajo, Zhou Jing y Cui Liang, tomados de la mano, también estaban muy nerviosos.
Con casi 50 años, habiendo crecido en la ciudad desde pequeños, siempre habían sentido que algunas cosas no valían la pena creer, sin embargo, hoy, vagamente sentían que su visión del mundo estaba a punto de ser volteada.
—Así que así es como se juega con esto, jaja —Mianmian, sentada en la noria, presionó su pequeña cara contra el cristal transparente y miró hacia abajo.
Liao An y Ying Miao también se apoyaron en el cristal para mirar hacia abajo.
Habían seguido previamente a Su Chenfei de regreso a Ciudad del Norte en un avión privado y ya estaban asombrados por la experiencia de alta tecnología de volar en el cielo; ahora, sentados en la noria no les parecía tan especial.
