—¿Padre está aquí? —El corazón de Su Qingluo se alegró al sacar un pequeño puñado de batata seca de su anillo de almacenamiento para premiar al Pequeño Martín Pescador.
—Sí, está muy preocupado por ti. —El Pequeño Martín Pescador comió con alegría la batata seca—. No paraba de murmurar sobre querer cruzar al otro lado del río para encontrarlos.
—Menos mal que no vino. Es difícil ver con claridad en la oscuridad, se habría perdido si lo hubiera hecho —un cálido torrente fluyó a través del corazón de Su Qingluo.
—La lluvia está a punto de parar. —El Pequeño Martín Pescador recogió un trozo de batata seca, ladeó la cabeza hacia atrás y la tragó, de repente intervino con una sonrisa.
—¿De verdad? ¿Cómo lo sabes? —Los ojos de Su Qingluo se iluminaron al instante.
