```
Una vez más fue al sótano y tomó todo el grano sobrante, encurtidos y el tarro entero que sus padres no habían puesto en una cesta. Recogió los camotes y papas esparcidos, vaciando completamente el sótano antes de aplaudir felizmente y regresar a su habitación con una sonrisa.
—Hermana, ¿ya llegó la inundación?
El Pequeño Príncipe estaba acostado en el kang, cubierto con una delgada colcha, durmiendo inquieto.
Medio despierto, oyó el sonido de la cortina ondeando, se frotó los ojos y los abrió.
—No, Xuan'er, vuelve a dormir.
Fuera seguía lloviendo fuerte, sin mostrar señales de parar. Su Qingluo se quitó los zapatos y calcetines, subió al kang y se acostó al lado del Pequeño Príncipe. Dándole palmaditas en la espalda suavemente, le ayudó a dormirse.
—Hermana, no te vayas. Quédate con Xuan'er.
El Pequeño Príncipe se apoyó afectuosamente en su hermana, su pequeño cuerpo acurrucado, su frente apoyada en su barbilla y sus pequeños pies presionando contra sus piernas.