—¿Algo más que quieras? —Lin Jinxu miró a su hermanita, su tono de voz repentinamente cambió, su rostro resplandeciente con una sonrisa, mostrando un inmenso cariño.
—Todos los barcos pesqueros han sido quemados por los piratas, dejando solo escombros. —Lin Qingluo suspiró tristemente—. Si es posible, podríamos invitar a algunos carpinteros del pueblo para que vengan y reparen lo que se pueda arreglar. En cuanto a los que no se pueden reparar, tendremos que descartarlos.
—De acuerdo, haremos todo lo posible. —Los hermanos Lin asintieron solemnes.
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Después del desayuno, los hermanos partieron a caballo. Lin Qingluo y el Pequeño Príncipe pasearon por la aldea, visitando cada hogar para ver la condición de los heridos.
El Pequeño Príncipe era bien educado y sensato, llevando una pequeña mochila en la espalda. Cuando su hermana estaba cambiando los vendajes de los heridos, él hábilmente sacaba vendas y ungüentos de la mochila para asistirla.