—Golpéalos unas cuantas veces, patea unas cuantas veces, tira sus escritorios y rompe sus libros de texto —los siete esbirros explicaron todo minuciosamente—. Tira de las trenzas de la chica y pon escorpiones en sus mochilas.
—Tian Qi, ¿eres responsable de todo esto?
Cuanto más escuchaba Su Qingluo, más oscurecía su rostro y sus dedos se tensaban uno por uno.
—Jefe, todo eso lo hice en el pasado, pero ya no lo haré. Absolutamente no lo haré —Tian Qi encogió el cuello y retrocedió, murmurando maldiciones en voz baja contra sus esbirros desleales por empujarlo a asumir la culpa.
Su Qingluo frunció el ceño con fuerza:
—Pide disculpas a tus compañeros de clase.
—¿Eh? ¿Disculparme? —La boca de Tian Qi se amargó, sintiéndose completamente reacio.
El rostro de Su Qingluo se oscureció:
—Si no te disculpas, no pienses en aprender artes marciales conmigo. No necesito seguidores desobedientes.