Después de ese incidente, la visión del mundo de Siri fue constantemente destruida por su Maestro porque, en el camino hacia la cueva que mencionó, plantas espirituales de grados superiores aparecían como si fueran repollos ordinarios en el camino que ella tomaba.
Todas eran arrancadas. O bien se las tiraba a él o las guardaba en su inventario cuando tirarlas era un problema.
No dejaba ni una sola por la única razón de que su visión se bloqueaba por pantallas y era incómodo caminar.
Siri cerró la boca, conteniendo sus quejas. Si le hubiera pasado a él, sonreiría de oreja a oreja y se arrodillaría en el acto, llorando a mares, pero aparte de hierba inútil y rocas ocasionales, no encontraba nada.
Pero de alguna manera, a su maestro le atormentaban con ellas, casi hasta el punto de que él la escuchaba quejarse en voz baja de dolor de espalda por inclinarse, o de cómo no estaban juntos para una sola extracción, y así sucesivamente.