—¡Guau! —exclamó Pequeño Mantou completamente asombrado—. ¡Es realmente auténtico! Sus ojos no le estaban jugando una mala pasada.
—Estás aquí, Pequeño Mantou. Ayúdame a llevar estos al gimnasio —Li Chunhua vio al pequeño zorro saltando alrededor y acariciando los cofres con ojos brillantes.
—¡Soy rico! —ladró el pequeño zorro felizmente, mirando fijamente la montaña.
—No todo es nuestro. Es para el Distrito Externo —Li Chunhua pinchó la burbuja de los sueños del pequeño zorro, trayéndolo de vuelta a la realidad.
La sonrisa en el peludo rostro del pequeño zorro desapareció.
Maestro, ¡al menos déjame soñar un rato!
Li Chunhua no podía leer sus pensamientos y solo se fue a agarrar unos cuantos cofres del tesoro antes de correr de vuelta al gimnasio. Comida, comida, comida... Ella cantaba en su cabeza.
Pequeño Mantou miró los cofres con renuencia antes de seguir las instrucciones de su maestra.